martes, 21 de agosto de 2012

Calle Mayor - O una de las obras claves de Juan Antonio Bardem-

Por trabajo voy a empezar una serie de post sobre cine español, más bien clásico, aunque habrá de todo. Tengo que hacer una especie de repaso-retrospectiva mental así que, aquí os lo dejo.

Tenía ganas de ver un clásico y me encontré con Calle Mayor, una de las obras clave de Juan Antonio Bardem -junto con La muerte de un ciclista-, que se estrenaba en 1956 en la misma España costumbrista que retrata.


Calle Mayor cuenta la historia de una ciudad de provincias cualquiera y retrata los mecanismos sociales -más oprimentes que cualquier ley escrita-  en torno a los que se construye esa sociedad; los roles y los tiempos pautados para cada cosa, de los que depende la consideración de cada individuo por parte del resto.

En este ambiente, un grupo de mozos -mozos viejos y mozos jóvenes, que dirían en mi pueblo- que disfruta gastando bromas pesadas a todo el  "diferente", deciden gastarle una a Isabel (Betsy Blair), una mujer soltera entrada en la treintena -pecado imperdonable para la época, y que legitima socialmente cualquier burla o desprecio hacia ella-. La idea consiste en hacerla creer que Juan (José Suárez), un empleado de banco "forastero" se ha enamorado de ella y -por fin- le pide matrimonio.


Isabel, una mujer tímida pero confiada -y en la que se vislumbran algunos sueños fuera de los convencionalismos establecidos-  se ilusiona con la relación, en paralelo a la tortura psicológica que los remordimientos le causan a Juan. En una sociedad opresiva y hermética, esta broma alcanzará dimensiones de tragedia, para la engañada y para el que engaña.

Bardem consigue asfixiar psicologicamente al espectador, que atisba ya desde el principio un final tremendamente desolador. El papel de la mujer en la sociedad, queda friamente reflejado a través de las palabras de Tonia (Dora Doll), solo podemos esperar. La mujer como accesorio del hombre, sin capacidad de decisión ni valor como ser en sí mismo.


Por poner una "pega" a la película, quizás a veces haya explicaciones demasiado explícitas del dramatismo o falte un poco de espontaneidad en los diálogos. Pero son asuntos menores en una película enorme.

SPOILER

El final de la película, con un referente a Casablanca aunque con desenlace desesperanzador, hace saltar al espectador en el sofá, que desea con todas sus fuerzas que elija vivir y suba a ese tren en el que se va su oprtunidad de cortar con lo impuesto. Pero no. Después de toda la trama, ella misma -en su tragedia- parece no sentirse merecedora de vivir.

Una obra maestra, cruel como pocas, y brillante como pocas también.


lunes, 13 de agosto de 2012

Poulet aux prunes - o a qué huelen las nubes-

Jay Weissberg de Variety decía que el mismo acertado equilibrio entre seriedad y humor que hizo de 'Persepolis' un éxito, funciona igual de bien en 'Chicken With Plums'. Así que, como Persépolis me había encantado, no podía dejar pasar la oportunidad de ver esta película, que seguramente no durara mucho en cartelera. Arrastré a un par de amigas al cine y me dispuse a disfrutar de dos horas de cine con charme -y aire acondicionado- . Cuándo terminó la peli solo tenía una pregunta para Jay de Variety:

Excuse me, What?????.


El segundo largometraje de Marjane Satrapi y Vincent Paronnaud narra la historia de un violinista prodiogioso de Teherán (Mathieu Amalric) que, deprimido tras una pelea conyugal en la que su mujer (María de Medeiros) rompe su instrumento -el violín, por favor-, decide dejarse morir preso de una depresión. La película parece querer contar, a modo de cuento, las verdaderas razones -supuestamente- profundas por las que Nasser Alí decide su propia muerte.

Pues bien, no se ni por donde empezar. La estructura del guión es extremadamente torpe, un desorden de relleno continuo.Hay algunos momentos de iluminación-como las historias de los hijos de la pareja, que podrían ser dos cortos de esos resultones que les pasas a tus amigos por la mañana, mientras deberías estar trabajando - pero totalmente aislados, fuera incluso de la trama principal. En los últimos quince minutos de la película se concentra la supuesta gran verdad de este cuento.

SPOILER

La ´"profunda" verdad que oculta el intento de suicidio del protagonista  es, obviamente, una fallida historia de amor - casi tan fallida como la película- . En esta trama yo no veo nada. Como dice Bollero -a veces soy bollerista a veces no- ni frío ni calor. Parece que Nasser Alí e Irán se conocieron a los veintitantos y durante algunos meses, les gustaba ir al cine juntos y darse besos en una colina con el cielo rosa... Y está claro -viva la sutileza- que eso es el "gran amor" que pervive para siempre. Palabra de la Super Pop.

No hay nada que muestre una pasión especial entre los protagonistas -un amor de esos que matan que diría Sabina- que no sean los típicos planos de "miro al mar y pienso en ella" -qué original- o "miro imágenes de París y pienso en él". Ni siquiera hay una conversación digna entre ambos. Además, es cansino como el personaje de Nasser Alí  - víctima del peterpanismo emocional más absurdo-, culpa al mundo una y otra vez -encore, encore, encore- de sus problemas y decisiones vitales.

Muchos personajes estereotípicos de los cuentos están metidos con calzador en la historia, como el "pícaro vendedor de violines" o la "madre adelantada a su tiempo" del protagonista (Isabella Rosellini), una vez más a la búsqueda del "cuento delicado".

La -excelente- fotografía, se desluce al utilizarse como otro instrumento aislado de convertir esta película en una mezcla equilibrada entre Amelie y Persépolis, con toques de Delicatessen... por decir algunos referentes obvios. Al final tanto plano pastel, tantos trocitos de nubes cayendo a modo de pequeños y frágiles copitos de nieve, y tantos zapatos vintage maravillosamente encuadrados no solucionan nada.



Vale que es Marjane Satrapi, vale que se la jugó y fue muy valiente con Persépolis y vale que el cine iraní -sí, es francesa, pero es Marjane- siempre tiene que "molarnos" dentro de lo políticamente correcto...Pero yo esta película no me la creo. Ni chicha ni limoná.


viernes, 10 de agosto de 2012

The Dark Knight Rises -o cómo comerme mis palabras con patatas-

No soy seguidorá de Batman y reconozco que solo fui al cine para acompañar a una amiga -Una de esas amigas que si te piden que vayas a ver Batman pues vas a ver Batman y punto-. No es que no me gusten los cómic -que me encantan-, es que siempre le he tenido manía a Bruce Wayne. Será porque en mi adolescencia tocaban las pelis de Batman teenagers dirigidas por Joel Schumacher y, ya con 12 años, me parecían un tostón sin pies ni cabeza. Será porque cuando me hice mayor, la idea de que un señor se disfrazara de muerciélago -capa incluida-, tuviera una batcueva en el sótano de casa - batcueva?? WTF??-  y se creyera en potestad de ejercer obsesivamente la justicia por libre, me parecían claros indicios de perturbación mental. Ya para la época de Burton, mi interés por Batman se reducía a mi absoluto desinterés por Batman.

Pues bien, esto es otra cosa. Nada que ver. No es una peli de superhéroes al uso -ni al desuso-.  Al final, Nolan es Nolan. The Dark Knight Rises es una teoría sobre filosofía, la de un individuo y la de una sociedad, una película sobre el terrorismo y una descripción de los comportamientos de la población en situaciones de anarquía, en un golpe de estado en un universo oscuro.



El Bruce Wayne de Chrisitan Bale es fascinante en sus propias debilidades, en su versión de Batman y en su versión de millonario excéntrico. Cuando no hay nada que perder los hombres pierden el miedo a la muerte. Y cuando los hombres le pierden el miedo a la muerte, la vida se para. No hay razones para afeitarse cada mañana ni para dar ese salto que le sacará de las prisión más oscura del mundo. Interesante metáfora la de saltar sin cuerda.

Todos los personajes están bien construidos. Algunos de una forma un poco inocente, propia del mainstream, pero verosimiles y acertados para esta propuesta, como la Catwoman redimida a base de confianza de Anne Hathaway. Espectacular ella en su actuación de ladrona sin escrúpulos.

El personaje de Bane, Tom Hardy, con esa voz característica que pone los pelos de punta, encarna perfectamente la maldad del super villano que, al igual que Batman,  tampoco cree en nada ni encuentra sentido a nada, aunque él elige la venganza como respuesta. ÉL es la a Liga de las sombras, el terrorismo de estado, con la pretensión añadida de llevar a las personas a límites - similares a los de un campo de concentración cualquiera- con un final para ellos escrito de antemano. Sus discrusos, apoyados en consignas demagogas que se alimentan de las medias verdades populistas del último siglo, son quizá más flojos de lo que podrían ser. De nuevo otra consecuencia del efecto taquillazo, pero también perdonable en este conjunto estupendo.


Las actuaciones del elenco de actores son soberbias, no era para menos con Gary Oldman, Morgan Freeman, Michael Caine o Joseph Gordon-Levitt. Sin duda, Marion Cotillard es la que peor parada sale a este nivel.

A veces se echa de menos algún golpe de efecto más, en la línea del tipo de terrorismo que la cinta plantea, como en el estadio, que al final se queda un poco light para la tensión que consigue la escena. La parte final de la cinta, con Wayne de vuelta en la ciudad, es magnífica. La tensión de la guerra en las calles de Gotham conduce a un climax con final con giro incluido propio del mejor cine, en vesión blockbuster



Una cinta comercial para un abanico de público infinito, pero dirigida por Nolan, lo que lleva inherente un "ir mucho más allá" de los convencionalismos de este tipo de cine, en estructura, en la profundidad de los temas y personajes y en la oscuridad de ese universo corrupto que siempre ha sido Gotham.

Voy a ver The Dark Knight para escribir con más conocimiento de causa (si, ahora me doy cuenta de que tenía que haberla visto ya). ¡Peliculón para estos calores veraniegos!


miércoles, 8 de agosto de 2012

Moonrise kingdom: Un -poderoso- cuento vintage

Llevo semanas queriendo escribir algo sobre esta película, pero me cuesta sintetizar toda una estética maravillosa, toda la luminosidad y todo el trasfondo de este cuento vintage de Wes Anderson en unas pocas líneas.



Esta película me deja con sensación de Síndrome de Esthendal -perdón por el comentario pedante-, no solo por sus poderosas imágenes, donde los colores del mar funden a la perfección con el vestido retro naranja de una niña que huye -con su gato y zapatos de domingo- para encontrase con su -impopular- amor. Tampoco por las impresionantes actuaciones de todo el elenco -Edward Norton, Bruce Willis, Tilda Swinton Frances McDormand, Harvey Keitel...-. Ni siquiera por la mirada desafiante de Kara Hayward disfrazada de cuervo... Moonrise Kingdom es mucho más. Quizá, entre otras cosas, sea una comparativa entre el idealismo adolescente -o pre-teen, más bien- y el desencanto de los adultos respecto al amor. Una metáfora en la que los niños son adultos y los adultos son hipócritas.



Dos almas torturadas de doce años -si, con doce años hay gente que ya sabe lo que es ser un poeta maldito- dan una lección de valor y de honestidad a un montón de adultos asustados y acomodados en el disimulo. Una historia donde unos boy scout se niegan a permitir una injusticia, mucho antes de que cualquier mayor de edad tome conciencia de que los convencionalismos y lo politicamente correcto, generalmente no sirven para nada. Un cuento en el que una tormenta salva de sus miedos a un hombre entregado a su trabajo de jefe boy scout y convence a un policía taciturno de que ha llegado el momento de cambiar su vida.



El nombre de la región donde viven todos estos personajes, Summer' s End, evoca nostalgia -ese tipo de nostalgia a la que nos apegamos los adultos, del final de aquel verano -. El nombre de la región que  los dos protagonistas construyen con tan solo una tienda de campaña, un tocadiscos portatil, algunos libros y un gato -con sus respectivas veinte latas de comida de gato-, Moonrise Kingdom, significa el futuro, el "amanecer"-de la luna que no del sol- para dos freaks enamorados, rebeldes con causa.

Fascinante Anderson.


lunes, 6 de agosto de 2012

Mientras duermes (o quién tiene llaves de mi casa)

Una persona incapaz de ser feliz, que disfruta provocando el sufrimiento ajeno. Un sociópata que juega a manipular – hasta un extremo enfermizo- la vida de los demás sin ser visto. Un  hombre aparentemente amable, taciturno quizá, que dispone de información privilegiada - y de ningún escrúpulo – y cuyo único móvil de actuación escapa a la razón, y por tanto a la sospecha. Este hombre tiene una llave de tu casa.

Con este argumento, Jaume Balagueró estrenaba en 2011 Mientras duermes, una película terror psicológico, en la línea del Polanski de Le locataire o Rosemary's Baby. Se trata de una narración sólida, basada en un argumento en el que la angustia crece a la par que la sociopatía del personaje, sin golpes de efecto.


César (Luis Tosar) es el portero de un edificio en Barcelona. Le apasiona su trabajo ya que le permite conocer de primera mano la vida personal, las debilidades y las fortalezas, de cada uno de los vecinos. La felicidad le perturba y la llegada al 5º B de Clara (Marta Etura), una chica alegre y optimista –quizá este optimismo exagerado de Clara es lo más inverosímil de la cinta- le produce una obsesión que le hace traspasar sus propios umbrales de sadismo y estar a punto de ser descubierto.

El espectador ve la película con los pensamientos de Cesar como hilo conductor y a través de sus ojos, recurso que facilita la verosimilitud de la lógica del  pensamiento ilógico de este personaje. La cinta consigue crear una atmósfera de angustia e inquietud en crescendo, gracias a un buen guión y a unas actuaciones estupendas de todos los actores, especialmente de Tosar, que sustenta todo el peso de la película.


En resumen: cine de género del bueno. Una cinta que se hace corta a pesar de la atmósfera pesada que genera a su alrededor un personaje de estas características y una interesante teoría sobre la perversión y su sutileza. La película deja al espectador en un estado de agitación, casi inconsciente al principio, pero  que minutos después le hace mirar debajo de la cama... ¡Qué miedo!