lunes, 13 de agosto de 2012

Poulet aux prunes - o a qué huelen las nubes-

Jay Weissberg de Variety decía que el mismo acertado equilibrio entre seriedad y humor que hizo de 'Persepolis' un éxito, funciona igual de bien en 'Chicken With Plums'. Así que, como Persépolis me había encantado, no podía dejar pasar la oportunidad de ver esta película, que seguramente no durara mucho en cartelera. Arrastré a un par de amigas al cine y me dispuse a disfrutar de dos horas de cine con charme -y aire acondicionado- . Cuándo terminó la peli solo tenía una pregunta para Jay de Variety:

Excuse me, What?????.


El segundo largometraje de Marjane Satrapi y Vincent Paronnaud narra la historia de un violinista prodiogioso de Teherán (Mathieu Amalric) que, deprimido tras una pelea conyugal en la que su mujer (María de Medeiros) rompe su instrumento -el violín, por favor-, decide dejarse morir preso de una depresión. La película parece querer contar, a modo de cuento, las verdaderas razones -supuestamente- profundas por las que Nasser Alí decide su propia muerte.

Pues bien, no se ni por donde empezar. La estructura del guión es extremadamente torpe, un desorden de relleno continuo.Hay algunos momentos de iluminación-como las historias de los hijos de la pareja, que podrían ser dos cortos de esos resultones que les pasas a tus amigos por la mañana, mientras deberías estar trabajando - pero totalmente aislados, fuera incluso de la trama principal. En los últimos quince minutos de la película se concentra la supuesta gran verdad de este cuento.

SPOILER

La ´"profunda" verdad que oculta el intento de suicidio del protagonista  es, obviamente, una fallida historia de amor - casi tan fallida como la película- . En esta trama yo no veo nada. Como dice Bollero -a veces soy bollerista a veces no- ni frío ni calor. Parece que Nasser Alí e Irán se conocieron a los veintitantos y durante algunos meses, les gustaba ir al cine juntos y darse besos en una colina con el cielo rosa... Y está claro -viva la sutileza- que eso es el "gran amor" que pervive para siempre. Palabra de la Super Pop.

No hay nada que muestre una pasión especial entre los protagonistas -un amor de esos que matan que diría Sabina- que no sean los típicos planos de "miro al mar y pienso en ella" -qué original- o "miro imágenes de París y pienso en él". Ni siquiera hay una conversación digna entre ambos. Además, es cansino como el personaje de Nasser Alí  - víctima del peterpanismo emocional más absurdo-, culpa al mundo una y otra vez -encore, encore, encore- de sus problemas y decisiones vitales.

Muchos personajes estereotípicos de los cuentos están metidos con calzador en la historia, como el "pícaro vendedor de violines" o la "madre adelantada a su tiempo" del protagonista (Isabella Rosellini), una vez más a la búsqueda del "cuento delicado".

La -excelente- fotografía, se desluce al utilizarse como otro instrumento aislado de convertir esta película en una mezcla equilibrada entre Amelie y Persépolis, con toques de Delicatessen... por decir algunos referentes obvios. Al final tanto plano pastel, tantos trocitos de nubes cayendo a modo de pequeños y frágiles copitos de nieve, y tantos zapatos vintage maravillosamente encuadrados no solucionan nada.



Vale que es Marjane Satrapi, vale que se la jugó y fue muy valiente con Persépolis y vale que el cine iraní -sí, es francesa, pero es Marjane- siempre tiene que "molarnos" dentro de lo políticamente correcto...Pero yo esta película no me la creo. Ni chicha ni limoná.


No hay comentarios:

Publicar un comentario