miércoles, 4 de abril de 2012

Dogville:Homo homini canis

Ayer me desmayé. No es broma. Llevo años con vértigos diagnósticados, pero hacía mucho que no tocaba el suelo. Será el cansancio, el exceso de vida social, los nervios de una nueva etapa laboral, el estrés...Pero hay un hecho innegable: me caí redonda inmediatamente después de ver Dogville. Muy sospechoso. Esto se merece un post.


De todos es sabido que el polémico Lars Von Trier, creador del cine dogma, tiene una rara habilidad para conseguir mostrarnos el lado más ruín e inmundo de la raza humana. Pocos directores lo consiguen. Puede que Haneke se le aproxime, Lauzon lo rozaba con Leolo, pero, ciertamente, es dificil explicar la inquietud y el espanto que el danés produce en el espectador. Todos somos Grace -Nicole Kidman- y todos somos Dogville. Es algo inherente a la condición humana y, por ende, algo aterrador.


Esta película, con una puesta en escena teatral brechtiana - que muestra una visión de distintas acciones en paralelo en un mismo momento y aleja al espectador de cualquier distracción de la trama- habla de límites. De los límites en la bondad. No hay personajes estrictamente buenos, por decirlo de algún modo. Algunos tienen los límites más holgados que otros, pero todos sin excepción -víctima incluida- tienen esa cara B, esa cara oscura, hipócrita y miserable que aparece, antes o después, en situaciones más o menos extremas.

Welcome to Dogville (Spoilers!)

La historia comienza con la llegada de una bella desconocida a Dogville, un pequeño pueblo de las montañas. Grace llega huyendo de unos peligrosos gangsters y se encuentra con Tom, el filósofo local. Tom se ofrece a ocultarla en Dogville y le propone al resto de la comunidad aceptar a Grace dentro del grupo y, con ello, dejar de pensar solo en si mismos y aprender a recibir. La película se divide en 9 capítulos o 9 actos si la consideramos una obra de teatro filmada. En asamblea, a Grace se le conceden 2 semanas de estancia, tras las que el pueblo votará su permanencia en Dogville. Durante este periodo, Grace se dedicará a intentar integrarse en la comunidad ayudando a sus habitantes en sus tareas. Como nadie "necesita" nada, Grace les propondrá hacer lo que ellos harían si tuvieran más tiempo. Transcurridas las 2 semanas, la comunidad la acepta unánimemente con los brazos abiertos.


Pasados unos meses, la policía llega a Dogville en busca de Grace. En paralelo, las ayudas de Grace se han convertido en obligaciones y, lo más importante, ella no es aún un miembro del grupo, ya que su situación, sus derechos y sus obligaciones siguen siendo decididas por el resto de los habitantes de Dogville, sin tener ella derecho a tomar partido alguno. Al sentirse en peligro por la presencia ilegal de Grace, la comunidad decide ponerle precio a ese supuesto riesgo, y aumenta las obligaciones de la protagonista a la vez que reduce progresivamente sus derechos, como compensación al riesgo mencionado.

La cara B

Dogville es el poder. La perversión que entraña en los hombres. La tiranía aplicable a cualquier grupo, organización o forma de gobierno. El poder total sobre el destino de alguien y la dependencia servil del que no tiene opción, esa especie de síndrome de Estocolmo. Hay almas esclavizadas que agradecen tanto los favores recibidos que se estrangulan con la cuerda de la gratitud, que dijo Nietzsche.


Tras la llegada de la policía y una nueva asamblea, Grace se convierte en una esclava de todos los habitantes de Dogville. Primero son el doble de tareas. Después el no recibir ningún pago por ellas. Y después comienza el infierno. Grace se ha convertido en la esclava oficial de la comunidad y víctima de todas las críticas. La comunidad alega dos argumentos principales: el agradecimiento sin límites que suponen debe tener Grace hacia ellos por haberla "salvado" y "aceptado" en su comunidad por una parte, y el ya mencionado peligro de acoger a una fugitiva escondida entre ellos por la otra. Estos dos argumentos son un cheque en blanco a su favor, que incluye todo tipo de vejaciones y torturas psicológicas.

Otro punto interesante de Dogville es la revisión de la doble moral cristiana. Dogville transcurre en EE.UU, como parte de una trilogía del danés, pero podría suceder en cualquier lugar de occidente. Principios como el respeto, el estoicismo o la compasión se diseccionan en cada uno de los habitantes de esta comunidad.

 La única opción de Grace es huir. Incluso con la policía y los gangters buscándola por todo el condado. Sin embargo y, a pesar del enorme riesgo que entraña su presencia en esta pequeña población, los habitantes de Dogville no la permiten escapar. Con su huida se acabaría el riesgo, pero también el beneficio al que no están dispuestos a renunciar.

Lo que no esperan es que cuando  Tom, el "enamorado" de Grace, quizá el más hipócrita de todos, el que mira para otro lado ante la injusticia patente, decide entregarla a su suerte, sea Dogville el que queda condenado. La víctima se convierte en verdugo, con la misma crueldad con la que ellos han actuado con ella. El ojo por ojo resumido en una de las frases finales: Al final de la calle hay un familia con niños. Que los maten primero y que la madre lo vea. Que los maten uno a uno y que le digan que pararán si puede controlar las lágrimas. Le debo eso.

Obra maestra. 10 de 10. Un examen del ser humano desde la psicología, la antropología y la sociología. Una revisión de la naturaleza humana que, años después y conociendo el desenlace, ha conseguido dejarme KO en el sentido literal del término.

 
*Imprescindible ver la segunda película de esta trilogía, Visiones de América: Manderlay. **Imprescindible en otra línea la última -y fascinante- obra de Trier, Melancolía.

1 comentario:

  1. Wow! Hace mucho que la vi por última vez...pero me he estremecido con el recuerdo de ese final a través de esa frase...¡¡¡que pone los pelos de punta!!!

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