La película, dirigida por George Clooney, cuenta la historia de Stephen Meyers -Ryan Gosling- como número dos del equipo de prensa de Mike Morris -Clooney-, un prometedor candidato del Partido Demócrata en las primarias. A lo largo de la campaña en Ohio, el idealismo inicial de Gosling va trasformándose en cinismo, a la par que Clooney deja de ser el político de principios para ser el político ganador. El equipo de campaña está liderado por Philip Seymour Hoffman y en el reparto encontramos secundarios de lujo como Marisa Tomey, Paul Giamatti o Evan Rachel Wood.
En la trasera de la política, donde los gobiernos no se conforman de ideologías, sino de estrategia de marketing, Gosling tendrá que lavar los trapos sucios de Clooney primero y enfrentarse a la realidad de su trabajo y su entorno inmediatamente después. Gosling se defiende de sus propios idus y transforma su idealismo en ambición en un jaque mate quizá demasiado evidente, en el que sus enemigos se quedan tan atrás como su propia ética.
La película es correcta, sin más. No cuenta nada que no sepamos. Bajo mi punto de vista, la cinta peca de una excesiva solemnidad e inexpresión de guión e interpretaciones. Gosling está, en su línea, demasiado frío e inexpresivo, igual que en este caso Clooney y Wood, y son los secundarios como Hoffman, Giamatti y Tomey los que le dan temperatura a la historia.
Interesante ver, una vez más, a jefes de prensa, consultores y medios, fabricando políticos y principios empaquetados en serie y listos para consumir.
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